Sueña que te quiero, he de hacerlo, dolor que crece en el tiempo. Con ambas manos de la conversación suscita. ¡Cómo te quiero! Al límite de un sueño muy antiguo, con ojos asidos a letras nocturnas.

Música e imágenes, viajeros regulares de un arte adoptado. Una parte se calma, si no escribo, rodea, aplaza la materia que espanta. No tengo constelación, ni símbolos. No hay sueños posados al horizonte, alzan vuelo al pisar la vida.

Si leerte duele, así debe ser. Dolor refugiado en el rostro inquieto de esa imaginación, locura de los sentidos. Te has vuelto calma incomprendida, sensualidad del universo que toma la vida por los ojos, y no intenta atajos desconcertantes.

Duéleme. Con suspiros volando eternamente de una página hacia la inmortalidad del olvido, donde se toman de nuevo las manos con palabras que nos unen. Un peligroso día, en alguna ciudad inmensa, volaré frente a lo indecible, con un poema en la mano defendiendo ese dolor en otra vida arrebatado…

… sigue dolor, sigue.