Habría que tomar ciertos riesgos, afirmar con cintura en mano, con confianza plena cuando se respalda con saber y razón, gritarlo con voz viva entre dos manos ahuecadas: la poesía se inhibe de forma innata, más cuando se le rodea de súbito calor. Aquí son necesarias varias aclaraciones pertinentes; no confío en demasía cuando se pone en balanza y juicio la exactitud de mi atinada certeza, mucho menos cuando se trata de arriesgues que respalden razón o sabiduría enmascaradas con un halo de falsa confianza. Si el poeta, cómo se manifiesta, prolifera en su arte con ambientes frescos y climas gélidos, acaso no basta con hechizos de aquellas musas de cálida sangre, para hacer olvidar la premisa que juraron en su primer manifiesto, (nadie se atreve hoy a decir que lo ha hecho). Como punto final, ¿que se podría esperar cuando se pelea por llevar la razón a su lado? (con validos argumentos o sin ellos, la diferencia es nula).