Solo pocos recuerdan su primer sueño, de sencillo modo, sin adornos, ni maravillosos detalles. El insondable recuerdo limita imágenes, suspende en horizontes lejanos esa vida apagada, colocada detrás de las montañas que el olvido posee.

Hay una esperanza vana, un atardecer nebuloso entre espacios de sol, que reconoce la dulce brisa cuando se despiden del día las desdichas con profunda tristeza.

Son breves los grises que retornan desiertos hacia la misteriosa noche. Lejos, algunos se despiden anunciando con misteriosas lágrimas uno de esos lugares donde se oculta la eternidad inmutable.

Nos abandonamos al tiempo, regresamos hasta la señal de partida, cuando el corazón se revela de amor, de consagración, de una muerte temprana, así considerada. Bendito tiempo que nos retiene…

A mí aquí y ahora, a ti un poco después, en el mismo lugar, en el mismo aquí tuyo, en tu propio presente, tu ahora. En este tu hoy que indudablemente nos une y hermana. Agradezco el que me permitas estar… como lo reza el título.