Es de mañana y me llaman, la conciencia despierta o sueña, y yo con ella. El lugar, ¡no lo sé! Existe en mí, ahora. Tal vez desde este momento para alguien más.
Unas escaleras descienden con sentidos azules al centro y agua que envuelve todo. Nada a la vista, una idea después y para siempre, con almas aladas; rosas bípedas entre verde vida, fondo de fotos sublimes. Desprenden lenguaje a colores para escucharle con ojos atentos y con señas saborearle. La luz miente de soberbia, por eso le atrapo y eternizo su momento, buscando siempre que el azul se encuentre de fondo. Causa fascinación aquel que se arrastra, horrible es el, ¿la razón? La vida vive, aun si no se acompaña de estética.

Hay basura a todas horas, de arriba inmediatamente hacia abajo, unidos en dos lugares al mismo tiempo. Se detiene y espera a que llegue, ¡recuerdo porque tenía tanto sin desear sostenerme en ella! Camino lentamente, no con desbordante alegría, me uno al agobiante tumulto y olvido un poco mis raídas obsesiones pasadas. De un salto me adueño de un balcón acristalado; de muerta madera con piso deforme, pajoso techo con hilos luminosos que fenecen a ras de la mencionada base sin vida.
De frente y por vista encuentro verde sensible al centro, elevando sus arenosos brazos al cielo; base formada de estambres dorados al sol, de naturaleza clorofílica, con mudas sombras que trepan, juegan y viven con despreocupada ignorancia. Así me sucede siempre… muy de mañana.