Hoy fui un pausado vuelo, planeando en esporádicos momentos (más de alguno asegurará mi eterna estadía en las nubes) hay encanto en el volar, observar todo alternativamente, detenerte y alzarse de nuevo en búsqueda del horizonte.

La magia de los amaneceres solo es comparable en misma medida al del anochecer, justo minutos antes de que se despida el mágico foco de luz diurna. Las nubes maravillan, mucho más cuando se lucen ataviadas con trajes de colores, seducen cuando sonríen tan claramente, es notorio que su brillo tranquiliza el alma y acompasa la respiración.

Acompañado de lluvia, desfrutamos doblemente, las nubes se alargan hasta tocar el suelo y acariciar tiernamente, afectadas están al saber que muchos rehúyen, que no las comprenden. Expresándoles que no se deben atormentar, ríen, es natural, atormentarse es su naturaleza y lo mejor que saben hacer.