Mi yo atemporal
Te has vuelto el bien, el pedazo de cielo que deambula en tierra. Eres el camino, la tarde que reparte paz, la sombra que refresca. Te has convertido en la forma perfecta, la imagen otra vez soñada, la música exacta para contemplar el mundo, una ventana de imágenes precisas y palabras preciosas.
Me vanaglorio, te he visto dormir innumerable noches, la dulzura de tus imágenes se trasluce en la iluminada faz que de esmeralda se envuelve y de misterio se despoja. En la delicada estancia palpitas entre la seda fina, tus manos, entonces quietas, me recuerdan los mundos que de ti han surgido, que transmites y a ti hoy existen. Tus ojos, en pausa, son la frontera que separan ese sentir y el ingenio, descansando entonces. Tu memoria es vasta, su vivir y crear que convoca hondo, que lo hace a diario, inevitablemente atrae, si, más mundos, si, más recuerdos.
Despiertas, miras mi faz demacrada, lo sé, tomas mi mano sudorosa y animas mis días al hacer un hallazgo cada mañana. Te presumo en cada sueño donde estalla la alegría. Eludo los infiernos amorosamente, habrá que precipitar a veces el cielo con la fuerza inmóvil de las palabras.
Hay razón, mi yo que fue colocado fuera, sin esfuerzo te siento, enérgica sorpresa, fresca, gustosa, un albor de ti sin descanso, se repite vuelve y no es sueño, insisto, mi emoción encuentra alas angélicas, se mantiene, nutre y vuelven contigo en cada crepúsculo.
Atraes las miradas, bendices elegantemente el camino que adornan tus pasos, eres sorpresa esperada y sonríes de complicidad al disimular que oculto te era. Como una ola de fresca dicha, no tienes reparo en hacer de la felicidad un contagio de gran fuerza. Las ondas rezagadas aún esparcen vigor durante el tiempo que dejas de batir las alas.
Me detengo acostado, asiendo el aire, sufriendo con el día, haciendo de tu imagen una nube de luz con halos de polvo. Brilla la oscuridad alrededor de estrellas, contigo, una de ellas, refulgente máxima, crepita su silencio en tus plantas, vuela e invita, nos alzamos con ella. Sonrió, siempre sonrió, dormido, despierto, cuando de tus besos, de tus abrazos me cuelgo, permaneciendo atado a ellos. Siempre están en el infinito que gobierna esta edad, esta esencia hecha de ti y de mi.
Intento ser tuyo (por más tiempo), volar a tu altura, responder las preguntas que llegarán ya tarde, cuando yo duerma y a ti toque recordarme… mi yo extemporáneo.