Finjo regularmente (en forma) ser nubes de diamante, agua de rubí y tierra dura. Brillo de pasión deslumbrando un vacio entre manos y convirtiéndome en cráter de lagrimas que imita música divina. Finjo por el deseo, por hacer que esta vida llame mi indescifrable alma, que (con algunos) se eleva en llamarada viva.

De alas enormes como la alegría y razón, invito a ser oro en ausencia y adversidad (pruebas de amigos verdaderos), cuando hay necesidad de ello. Con sensibilidad en tu alma escucharás su concierto desde el amanecer hasta cerrada la noche, cuando la reflexión invita a buscar la calma al mismo tiempo.

Fluyo en el cuerpo con sombras felices al camino de ríos y manos, simulando rostros, navego amadamente cuando contemplan graciosamente un mundo sin rumbo. Yo que nada olvido, me voy perdiendo olvidado.

Me convierto en letras, y algunas de ellas hoy mueren, lo hacen porque se ahogan, porque quieren morir, simulan un rio que intenta vivir y navegar en el fuego, soñar este aire, este cielo (abrigo de espíritu y aliento) que por lo regular quema. Quema y vive en los labios, crea, desarrolla y renacen del fondo (del mío ya en otra forma)

Dejemos la mente encadenada, teñida de recuerdos, marchitando los besos del joven corazón, que renuncia a morir por siempre. Da a la muerte un hermoso límite, el amor. Bello extremo que encierra la eternidad.

Se vive de fantasías perfectas, de universos erróneos, de ríos que se mezclan con realidad. Tenemos la eternidad como aliada... siempre de la mano, fingiendo acompañarnos.