No huyo de mí, ni me comporto fuera de lo que soy. Siempre he sido como hasta ahora, no me he permitido serme infiel, no me conozco siendo de manera alterna. Me preocupa intentar creer que pudiera ser inquietante. No me atrevo a contrariar araña alguna. Hablo con los arboles sobre males de su amor herbolario. Me administro bien de ser un descuidado compulsivo. No ha sido fácil, mantenerme descuidado suele ser tarea ardua.


Me es fácil perderme, no tengo necesidad de bosques espesos, lluvias torrenciales o soledades entre ríos de gente. Las multitudes me conmueven, les respiro e intento perderme como uno más, como parte de ellas. Puedo lograrlo en ocasiones, pero en las mayoría de las veces no se me permite y vuelo, me veo observándoles desde un lejos tan intimo, como si comprendiera el ser parte misma de ellos.


No me conozco la gran parte de las ocasiones, suelo dejarme ser de acuerdo al caso o seguir siendo si se me permite. Aunque así no afirmo ser camaleónico, la conveniencia y el deseo están ausentes, solo soy y siendo es como me he agradado seguir en este continuo amanecer.


La lectura mantiene mi equilibrio emocional, suena fantasioso pero tengo certeza y fe de que es así. Lo sé, en cambio confirmo que esa armonía no me la otorga un buen baño, una conversación tras vapor de café o ser testigo de una lucha entre damas con tacones.


Me permito observarme, me gusta imaginar, buscarme en lugares donde suelo ir. Hoy por ejemplo, me veo contigo, leyendo este espacio con curiosidad ansiosa, comprendiendo que lo que está aquí escrito, es de tu autoría, y ni tú ni yo habíamos caído en cuenta de ello.