Inherente al camino desde fechas históricas, me he mantenido atento a mis dogmas anticuados y algunos ritos externos. Hoy desde esta, mi esquina de eternidad, recuerdo cuantas ocasiones fui expulsado por ortodoxo, victima del amor al prójimo y de las visiones de una Biblia no inspirada por Dios. Oculto en la familia, desheredado por convencimiento propio, viviendo entre iglesias y sinagogas promoviendo la toleran­cia y abandonado con mi libertad de expresión, muestro la nueva perspectiva, sin inventarla, solo exhibiéndola.

Percibirle no ha sido complejo, él como contexto infinito, es quien abarca, el aquí y ahora forman minúscula parte de él, se dice que, suele mirarse todo en vertiginosa retrospectiva antes de partir, siempre siendo infinitamente poco. Añorándole, aferrándose. El raudo danzante-espectador, balanza inclinada a lo segundo, venera la luz solo al anochecer.

La eternidad no suele ser certera. La perspectiva, pocas veces vista. Aún si se le observara a causa de alguna letra en este aquí, en este ahora, prescindirle será obligatorio. La realidad pocas veces acompaña a quien pasar ha dejado su segunda dosis de antipsicóticos y ha conversado con múltiples demonios hasta el amanecer. Me voy, alguien llama en esta casa que creía vacía.