Me olvido de mi misma, he notado que ya no me necesito, ni soy precisada por alguien más. Y voy lentamente atraída con una libertad que jamás ha sido experimentada. De pronto me detengo al escuchar que soy buscada por mi propia voz, no deseo volver, pero soy yo quien me busco y jamás he dejado de hacerme caso, nunca he podido ignorarme. ¡Que deseo ahora! Vuelvo conmigo muy a mi pesar y me veo intranquila, sudorosa, exclamando palabras incongruentes y tratando de asir la nada con mis mortales manos. Decido volver a mí. Con apremio dejo de existir en dos lugares y vuelvo a ocupar un solo espacio.