Y habrá quien me crea…

Hay un halito de ingeniosa verdad en los engaños que alimento, no me es posible sincerarme ahora que intento imperiosamente seducirles, a veces denoto algunas delicadas miradas que albergan tanto odio, conocidas fácilmente, por no ser posible pasar sin enamorarse de ellas.

Mis adormecidas flores caen de sueño, no logro dormirles cuando es mi pavoroso deseo. Unas, otras, primero, después sus fantasmas, sin prisas, caen destronados del privilegio que gozaron. No les respetan lo novel, lo antiguo.

Vagos intentos de coronarles con santas ofrendas, su centro de verdad se mueve aquí, allá. Detenerlo es sencillo talante, cuando el definido carácter disipa sus dudas. Le reconozco si es forastero, así solo así, puede alzar dignamente con suave soslayo, su mirada directa a quien nunca en su nombre haya liado.

Y puede, aun así, haber quien no crea…