En un pálido cielo de embrujadas entrañas, tú, te sonrojas sin causa en auroras de armoniosas mañanas. Eres hada atraída a su amada pupila, que contempla maduras las rosas punteadas. Tus sueños precoces seducen brillando, esplendores profusos que alejan nocturnos humores.

Los barcos despiertan con orden lujoso, abandonan sus cálidos lechos en busca de imperios con vanos esfuerzos. Te oscureces de nuevo en la hora brillante, la lluvia deleita tu tímido pecho, huyes, reprimes, remuerdes la vida y te ocultas a ella.

Con espíritus marcando en sus manos los cielos buscados, invitan rehacer camino entre místicas nubes. El horizonte demuestra la razón que se asoma, hay tinieblas que imploran detener en su nombre, esas ardientes torturas que destellan amor a deshoras.

Sus cortinas se cierran con acompasadas maneras, se inflaman los pechos, marchitan deseos u olvidan rencores. Zarpa al ritmo infinito de la oleada de mares, en su baile fustiga, reposa y revuelve el navío, deseando no zarpe. Se detiene, le besa, admoniciones consigna, al apartarse se vuelve de enamoradas vistas, promete a los astros regreso después que el impulso devuelva de los futuros paisajes. Cuan bello partir persignado, tanto más, de lejos volver con gracia de quien es aguardado.