No hubo oposición, su niñez había llegado a su fin. Además era su otro sueño anhelado. Sin darse cuenta la razón inicio su dominio impetuoso, poco a poco fueron pareciéndole lógicos el accionar y funcionamiento de su pensar ya sensato. Reflexivo y profundo no cayó en cuenta que al discernir y cavilar, dejaba de lado su entrañable amistad con las flores, aquellas largas conversaciones que le convenían con las rojas hormigas, no habría mas trasmutaciones múltiples y continuas, de niño a vaquero y a superhéroe o monstruo de película, de caballo renco en árbol de cartón. Su voz, su niña voz perdería su candidez y no mucho tiempo después, olvidaría que un día fuimos, como amigos, creciendo juntos, el en mí y yo en él.