Hoy amanecí en un día lunes, que no es como cualquier otro; si lo hubiera hecho hace 21 años, miércoles seria el día citado e iría corriendo al colegio para no permanecer castigado hasta la segunda hora de clases. No recuerdo todos los años que iniciaron en domingo, pero tengo la certeza que este fue uno de ellos. Quien trabaja sabe a lo que me refiero.

El año de la serpiente fue celebrado en más partes que solo oriente, aunque hoy día, sean cada vez menos de ellas quienes conmemoran un día más. Me pregunto cuantas veces he festejado mi cumpleaños en día sábado como esa ocasión. Aunque festejar solo sea un quimérico título.

La existencia de múltiples calendarios enarbolaba mi imaginación matemática, intentaba rebotar de uno a otro con gracia circense. El gregoriano, de respetado quórum occidental, no sufre competencia y observa siempre de soslayo a quienes tratan de marchitar su prolongado monopolio, arrebatado a otro aún más extenso con origen en fechas romanas.

A pesar de esto, la concepción compleja basada en cálculos matemáticos, astronómicos y la relación tierra luna que se requiere para descifrar la fecha exacta en el calendario Hebreo, lo hacen de mi predilección. No tanto por simular dotes de erudito, la realidad es que se detalla con fe patógena que el primer día del origen fue un domingo, identificado y expresado claramente en el Génesis. Certeza ciega ante todo.

He escuchado gritos apagados entre vítores, laureles y fantásticos hechos “Ab urbe condita” se escucha entre voces. Negando se oculta entre brumas pesadas y asoma en Roma su origen. Placentero es situarte donde nunca creíste llegar, ya que si el año se origina en domingo, estuve viendo el amanecer de un miércoles del año 2742, hoy hace ya un lapso mayor de 12 años preñados. Dándome íntegra cuenta de esto, un día lunes cómo hoy.