El segundo listón
Espero anclado en mi mundo a cuadros, plagado de recuerdos amados; inciertos sueños de tormentosas madrugadas, deseos vehementes que caigan al alba; abracen mi triste fortaleza, caída en desdicha constante; por vivir sintiendo en todo momento, el alma desnuda y el corazón al viento.
Olvidados recuerdos
Me he encontrado con aquella imagen que por estar ausente me mantenía incompleto, esa su ausencia, hacia que mis sonrisas se elevaran, y perdidas sin rumbo no encontraban el camino de regreso cuando les necesitaba. En las noches eternas sin saborear el descanso, extrañándole lloraba hasta el regreso incierto del resplandor que acaricia las sombras al amanecer.
La encontré en el lugar mas visitado, pisoteado y revuelto por la misma memoria. Ella me esperaba con tranquila serenidad y calma, y al tiempo que pose mi conciencia en ella, se levanto y con su incorpóreo brazo tomó mi hombro con gran familiaridad, me hablo de las anécdotas que no conocía y otras que ya no recordaba de mi infancia.
Caminando a mi lado atravesamos un oscuro espacio, ella me protegía y me invitaba a no temer ya que estaba para guiarme y hacerme de recuerdos. Repentinamente regrese al lugar donde la había encontrado, tan certera era su imagen e incuestionable el que no fuese sueño, que por su presencia desde entonces notoria, el rompecabezas ha estado tomando forma. El cuadro que representó y la confianza con que se manifiesta, entre los brillos y sombras que le componen, no dejaran que mengüe la intensidad con que amaneció.
El primer listón
Intimidado, hago mías tus lágrimas que golpean al alma, con brazos impotentes sostengo el desbordante océano que albergan tu vista. El sol empaña la luz radiante, torrente de tus ojos que calienta, quema y desarma la realidad que no nos reclama.
Cobardemente me abrazó a ti, descansando mi dolor en tu espalda, apretando tus manos, con fuerza alzo tristeza desde mi fondo sin desear que le observes de frente.
Reclamo sollozos que no me pertenecen, vuelan al cielo con nombre, envolviendo el sostén que yace a mis pies temblorosos por fuerza querer darles.
Las flores sonríen recordando los nombres, dando con pétalos oraciones ahogadas, visible mudez de quien no atreve manchar con su voz las celestiales moradas.
Se eterniza el momento, los pinos se inclinan al unísono sonido de tu voz temblorosa, y me animan a volver contemplando la profundidad angelical que vive en tu rostro.
Huyo de mi por vivir en ti, eres océano bendito albergando a la insignificante gota, deseosa impertinente de formar eternas olas que bañen y besen tus caros anhelos.
Las sombras
Se volvió deteniendo el tubo con las dos manos, respiró hondo y profundo, tratando de contener su ira, cosa que logro, no sin esfuerzo, y tras un momento de vacilación, recordó ser un hombre digno de ser considerado pensante, decidió soltar su potente arma y cambiarla por una mejor. Poco a poco la deslizó de sus manos hasta tocar el suelo, fue caminando despacio hacia la puerta, sabía que su porte y el don de la palabra eran sus armas infalibles, principalmente la última, por tenerle muy desarrollada. Eso bastaría para hacerlos huir…
El caminar despacio fue aniquilado, la onda de violencia ha alcanzado los sueños y acelerado la vida, las ataduras que sostenían su andar se volvieron sombras con vida propia y fuerte voz que ahora pronuncian: “Soy el sonar rotundo, el canto que dobla en las alturas y que no se detiene ante palabra sorda o de grueso talante”…
Ayer aprendí
Ayer aprendí a volar… entre el movimiento de mentiras acariciando un engaño, con manos prisioneras decididas a asirse en una sombra, resultado manifiesto de aquel ser que era, soy y fui… Conocí la mirada triste del atormentado que miente, la indecisión, la culpa con que se envuelve, el freno que se crea, el peso que le agobia, las alas que no baten, que no intentan continuar, seguir…
Ayer aprendí a llorar… con las manos hablando al tacto, dándole al cielo mi alma, mi vida, descubriendo la opaca luz que soy, que represento; ese verdadero sentimiento que abraza y sacude el alma con inmortal llama, que persigue y atormenta al que huye y olvida, afrenta e injuria al que le enfrenta… Con mi organismo ablandado de lágrimas, llanto formando y dándome cuerpo, la debilidad se apodera y torna en lugar y espacio aquel vació del que me invado.
Ayer aprendí… y me reprendo de los sueños que tras lerdos y cabizbajos minutos, se detienen y vuelven su andar, como río que huye de su propio fluir, que estrangula piedras, hojas y fango, desiste y ofende su natural médula y semilla. Reniego al amanecer, de la inteligencia carente, de la falta de estéril lenguaje, que brotan y amanecen con pena, miedo y recelo. ¡Cálido crepúsculo que bendices a tu paso sombras y luces!
Ayer aprendí a ser…
Ayer aprendí a valorar…