Se volvió deteniendo el tubo con las dos manos, respiró hondo y profundo, tratando de contener su ira, cosa que logro, no sin esfuerzo, y tras un momento de vacilación, recordó ser un hombre digno de ser considerado pensante, decidió soltar su potente arma y cambiarla por una mejor. Poco a poco la deslizó de sus manos hasta tocar el suelo, fue caminando despacio hacia la puerta, sabía que su porte y el don de la palabra eran sus armas infalibles, principalmente la última, por tenerle muy desarrollada. Eso bastaría para hacerlos huir…

El caminar despacio fue aniquilado, la onda de violencia ha alcanzado los sueños y acelerado la vida, las ataduras que sostenían su andar se volvieron sombras con vida propia y fuerte voz que ahora pronuncian: “Soy el sonar rotundo, el canto que dobla en las alturas y que no se detiene ante palabra sorda o de grueso talante”…