Ayer aprendí a volar… entre el movimiento de mentiras acariciando un engaño, con manos prisioneras decididas a asirse en una sombra, resultado manifiesto de aquel ser que era, soy y fui… Conocí la mirada triste del atormentado que miente, la indecisión, la culpa con que se envuelve, el freno que se crea, el peso que le agobia, las alas que no baten, que no intentan continuar, seguir…

Ayer aprendí a llorar… con las manos hablando al tacto, dándole al cielo mi alma, mi vida, descubriendo la opaca luz que soy, que represento; ese verdadero sentimiento que abraza y sacude el alma con inmortal llama, que persigue y atormenta al que huye y olvida, afrenta e injuria al que le enfrenta… Con mi organismo ablandado de lágrimas, llanto formando y dándome cuerpo, la debilidad se apodera y torna en lugar y espacio aquel vació del que me invado.

Ayer aprendí… y me reprendo de los sueños que tras lerdos y cabizbajos minutos, se detienen y vuelven su andar, como río que huye de su propio fluir, que estrangula piedras, hojas y fango, desiste y ofende su natural médula y semilla. Reniego al amanecer, de la inteligencia carente, de la falta de estéril lenguaje, que brotan y amanecen con pena, miedo y recelo. ¡Cálido crepúsculo que bendices a tu paso sombras y luces!

Ayer aprendí a ser…

Ayer aprendí a valorar…