Y lentamente tras un leve centelleo que me despertó, volví deprisa…

Hubo ruido y pocos sueños, la noche cayó densa y pesada, sin parecer tener fin. Mis recuerdos son pocos…

La luz es extraña cuando se ausenta, y no vive en comunión sin tener fuga que le libere... mi sombra no ha querido desprenderse, no sabe proyectarse sin esplendor.

Trepé con las manos en el suelo y los pies en la pared, viví cual viejo retrato por mucho tiempo olvidado, brillé bastante por no dar notoriedad. Girando siempre girando, todos mis lugares visitados en días distantes, regresaron a la misma posición, al último lugar donde les observe.

He preguntado siempre en mí, ¿cómo olvidarán aquellos que no saben si se existe? Siendo poco lo supuesto, se es primordial e indiferente. Desapareces en espera de bendito futuro, de algún libertador tormento. Hay consciente esperanza, riqueza de extrema bondad. Un dulce beso flotando libre, huyendo… escondiéndose en un cálido vaho, bailando entre el brillo y la sombra donde demuestra su forma, vive y adquiere peso, y uniéndose a perdidos besos, llamados allí y entonces a darle aliento al del amor su fruto.

Desapareces al jugar, arrastrando del cuello a la triste preocupación, le sonríes en la cara, y te responde vomitando rezos de falaz verdad. ¿Qué más hacer? ¡Arrástrale más tiempo!, llevarle entre cultura y pobreza hasta que huya y se atrape, que en sí se concentre. Detienes la vida con un dedo. Retrocedes despacio al ritmo que tienen otros en su carrera, bebes tragedia en gotas, dañas, vociferas y detestas. La redención es vendida, se sorbe en la esquina y su bouquet recuerda a moscas benditas.

Nada se ha perdido… los mismos espejos, con la misma imagen derramando lágrimas, inundando todavía al similar infierno, las cloacas sedientas de martirio, dando voces de alegría cuando se saben ofendidas, las almas vagando en busca de sofocador descanso, cazando a su sueño o al liberador despertar.