Nunca esperé que la vida fuese justa. Había escuchado de noches largas, pero aun así, también terminarían. Aunque con ellas, de cierta manera, se irían algunas de mis estrellas más brillantes, prestando su bello brillo al día que se avecina. Me preguntaba, pues siempre lo hacía, si la aventura que ahora tomaría llegaría a tener por lo menos un fin correcto o sería otra de mis malas experiencias. De algún modo no temía, ya que para bien o mal, conocería nuevas actitudes en nuevas personas y eso me confortaba. Extrañaba lo que hacía, así que volvería a hacerlo; mientras este viva me sentiría viva, también mis amigos me decían que si no podía correr, caminara; pero nunca, ¡jamás me detuviera! Lo importante no cambia y con fuerza y convicción llevaría lo que más quería a hacérselo necesario a otras personas.