Me he dormido o quizás he despertado, ¡no lo se! Pero lo he visto. Ha sido en el lugar que he creado para cuanto soñador pueda apreciarle. Es vasto y lleno de olvidadas antigüedades, hay constelaciones de estrellas representadas fielmente entre nichos de mármol. En los recovecos figuran luceros de precioso metal, sus nombres propios comparecen al pie de cada cual. Son emblema palpable, lo gritan o susurran, de acuerdo al caso, solo requieren que se dignen reconocerles…  ¡no estamos solos! es la sentencia.

Que bello ha sido encontrar a alguien peleando de nuestro lado. Hombro con hombro, nos acompañan en nuestra lucha las almas más atormentadas buscadoras de la verdad, además de espíritus y esencias adoradoras de la mentira. Hay cabida para mortales arrepentidos, ángeles caídos o santos elevados, no hay discriminación alguna.

En el cuarto de maquinas que gobierna el cielo y la tierra. Es allí donde hemos transportado nuestro cuartel, nuestra amurallada guarida. Se nos ha negado el pensar del enemigo, porque de ser así tomaríamos su lugar… comenzará la revolución de los altos. Sueños placenteros y pesadillas de realidad cotidiana, soldados ávidos de derrota, caídos varios en el intento. Algunos conocerán la fuerza, motor divino. Llegará a oídos del viento la verdad que nos mueve y el la llevará a las mentes ansiosas de conocer la certeza más profunda que dará paso a la libertad, el brillo que acompaña el sol y las hojas que lleva consigo el mismo viento.